Una acción tan cotidiana como el uso de internet (enviar correos, revisar y usar redes sociales, ver una película, comprar online…) tiene importantes costes ambientales, aunque no se perciben.
Dejando a un lado los impactos de la fabricación de los dispositivos para el uso de internet, en primer lugar, es necesario tener en cuenta todas las infraestructuras necesarias para el uso de los mismos, que además del impacto ambiental en la producción de las mismas, no debemos olvidar su repercusión en la ocupación del suelo y el impacto paisajístico, la flora y la fauna.
Pero el mayor impacto lo provocan los centros de datos que son necesarios para el almacenamiento de los mismos, que requieren gran cantidad de energía y residuos hídricos. De hecho, se estima que estos centros consumen unos 420.000 millones de litros al año de agua para mitigar el calor que producen.
La revista Resources, Conservation and Recycling ha publicado un estudio que indica que la huella hídrica media mundial del uso de redes está estimada en 200 litros de agua en la descarga de un solo gigabyte (GB) de datos, lo que hace 2,6 billones de litros de agua anualmente (más de un millón de piscinas olímpicas) y que el almacenamiento y transmisión de datos emiten 97 millones de toneladas de CO2 al año.
Teniendo en cuenta estos datos, las empresas implicadas están buscando distintas soluciones. Una de las que ya está funcionando es la propuesta en los países nórdicos, donde se aprovecha el calor producido como calefacción en edificios o invernaderos (es el caso del distrito de Valla Torg, en Estocolmo). Otras alternativas en estudio son: desarrollar sistemas de reciclado del agua, uso de las aguas grises o construcción de los centros de datos offshore (en los océanos) o sumergidos en aceites minerales para mantener temperatura estable, construir infraestructuras en el espacio…
Debemos también tener en cuenta las acciones que podemos realizar los usuarios. Además de aplicar la regla de las 3 R (reducir, reutilizar y reciclar) como en todas nuestras actividades cotidianas; poner en práctica algunas específicas, como: reducir la calidad de películas/series visualizadas en plataformas, evitar las videollamadas frente a llamadas de voz, ajustar las palabras en las búsquedas, desactivar notificaciones del móvil, enviar por mail archivos reducidos,…
Como siempre, los usuarios somos responsables del uso de los productos y servicios presentes en nuestra vida y de la huella ambiental que éstos representan.